Bicentenario - El Palacio de San Carlos - Un recorrido por los salones y pasillos de San Carlos

 

 

 

 

Un recorrido por los salones y pasillos de San Carlos

 

 

El Palacio de San Carlos está lleno de recuerdos y de un invaluable legado artístico y cultural acumulado en más de 400 años de historia que pueden evocarse en sus elegantes Salones de Estado, sus pasillos misteriosos y sus románticos patios, como el de La Palma donde se levantan en forma majestuosa, el centenario nogal plantado por el Libertador y la palma sembrada por el Presidente José Hilario López con ocasión del nacimiento de su hija Polita.

 

 

 

Al cruzar la entrada principal, un imponente vestíbulo sirve de ingreso a los visitantes; seis sillas españolas, estilo cordobés, del Siglo XVIII hacen juego con una mesa de centro donde cada semana es colocado un arreglo con flores de la sabana. En los descansos de las escaleras de fondo, sobresalen dos enormes jarrones europeos del Siglo XIX fundidos en bronce.

 

 

Sobre el costado derecho del vestíbulo una puerta, en madera, protegida por rejas metálicas decoradas con un escudo de Colombia, da acceso al corredor de la antigua edificación donde está ubicada la habitación utilizada como dormitorio (1828-1830) por el Libertador Simón Bolívar en su calidad de Presidente “de la Gran Colombia”, decorada con cuadros y enseres de la época, como la cama europea del Siglo XVII en madera tornada y policromada, el bargueño con cajones secretos y un joyero del siglo XIX decorado con barniz de Pasto, entre  otros. Al fondo se encuentra la ventana por la cual Manuelita Saenz ayudó a escarpar al Libertador de la famosa conspiración del 25 de septiembre de 1828.

 

 

En la habitación contigua al dormitorio del libertador se encuentra el Oratorio donde sobresalen obras de la escuela santafereña. El altar está fabricado con apliques de tallas coloniales. El techo está enchapado con artesonados de casetones mudéjar en rojo y oro que hacen juego con dos reclinatorios y siete sillas. Dos enormes candelabros metálicos con motivos florales adornan las orillas del altar.

 

 

 

 

Al frente de la habitación del Libertador se encuentra el salón Bolívar. Reciento que ha servido de escenario para las más elegantes ceremonias oficiales y actos protocolarios de la vida colonial y republicana. Se observan tres arañas de cristal sobre un cieloraso en madera dividido en casetones y un balcón sobre columnas salomónicas en piedra labrada, con barandas talladas en madera, y la imponente imagen del Libertador creada por el pincel del artista venezolano Antonio Salguero. Una chimenea en mármol, similar a la que existe en la Quinta de Bolívar, sirve de soporte para dos columnas salomónicas talladas con ornamentación vegetal, que completa la decoración en madera del gran salón junto a dos sofás estilo imperio del siglo XIX.

 

 

 

Como antesala para el ingreso a los salones de estado aparece la glorieta de techo abovedado y decorado con un fresco estilo pompeyano realizado por el artista Santiago Martínez delgado (Sanmardel) en 1950 con motivos de aves emblemáticas y cuatro ángeles “que representan las figuras de las cuatro virtudes cardenales y las nueve musas”. Esta cúpula recuerda la desaparecida iglesia madrileña de San José, donde se casó el libertador Simón Bolívar con María Teresa del Toro en 1802.                                 

                                   

                                                                                                                                                                                                                        

El recorrido se inicia en el salón de la Secretaría, cuyas paredes están forradas en muaré verde, tiene un mobiliario neoclásico francés en tonos verdes y dorado del siglo XVIII propio de una sala de recibo, que combina con un juego de sillas europeas del siglo XIX.

 

 

 

 

 

 

 

Sigue el salón de audiencias, el más amplio y con piso decorado por una fina alfombra llamada la cazadora, por estar adornada con motivos alegóricos a la caza, la cual realza la belleza del mobiliario compuesto por delicadas sillas en madera tallada con motivos florales recubiertos con hojilla de oro. Sus paredes están forradas en damasco de seda verde en las que resaltan los espejos, que armonizan con una elegante vitrina donde se exhiben las condecoraciones que son otorgadas por el gobierno nacional.

 

 

 

Llegamos a la sala de el gabinete. En este salón, forrado en damasco púrpura, se conserva una bandera de los estados unidos de Colombia (1863). Del techo pende una lámpara de cristal de Baccarat que realza la belleza del mobiliario estilo francés, forrado en moqueta con motivos florales y de los candelabros de plata siglo XIX.

 

 

 

 

El recorrido continúa por el Salón de Tratados. En su decoración prevalece el color verde. Las paredes están forradas en terciopelo de fabricación industrial. Siete sillas en madera talladas a mano con copetes y forradas en terciopelo amarillo hacen juego con dos jarrones españoles de porcelana del siglo XVIII. Del techo pende una fina lámpara de cristal que armoniza con dos candelabros dorados con lágrimas de cristal, ubicados sobre consolas de madera oscura.

 

 

 

Siguiendo al oriente llegamos al Salón Francisco de Paula Santander. El más elegante y vistoso de todos los Salones y el que tradicionalmente se utilizar para dar el saludo protocolario del cuerpo diplomático a los grandes personajes que visitan el país. Está decorado en tonos dorados con paredes forradas en damascos de seda importados de Italia. Sobresale un gigantesco espejo de clásico estilo rococó que hace juego con dos cuadros del período colonial: Una pintura de la virgen con el Niño enchumbado de la escuela cuzqueña y un retrato del siglo XIX del expresidente y excanciller José Joaquín Vargas en traje de gala, del artista A. Castillanos. Este recinto es de clásico estilo europeo con una lámpara francesa en cristal y un juego de muebles españoles del siglo XVII.

 

 

 

Ingresamos ahora a un salón estilo imperio, llamado salón de los presidentes. Las paredes están forradas en terciopelo verde con efecto muaré, que armonizan con dos juegos de muebles de finales del siglo XVIII y principio del XIX decorados con incrustaciones de hilos de bronce y pinturas al óleo con escenas galantes y campestres. La pared principal exhibe un óleo del maestro Delio Ramírez con la figura de Pedro Gual, quien, por designación del Libertador, fue el primer Secretario de Relaciones Exteriores de la Gran Colombia.

 

 

 

 

Y concluimos esta parte en el salón de la nueva granada recordando esa época de Virreyes y Oidores. Los muebles son fiel copia de los que pertenecieron al Virrey Ezpeleta, cuyos originales están en la Casa de Nariño. Las paredes amarillas forradas en damasco italiano dan realce a un finísimo juego de cuatro sillas y un sofá: un conjunto de muebles estilo Luis XV forrados con tapices en lana y seda con motivos florales completan la decoración. Un gobelino, que representa una escena real con flautas y motivos florales, cubre el fondo del salón.

 

 

 

 

Continuamos por el pasillo con vistas al patio de la palma se llega al vestíbulo que da ingreso a la Casa Privada, donde se conservan objetos que fueron utilizados por los mandatarios en distintas épocas y que son testigos de la historia de la república y hacen parte del patrimonio artístico y cultural de la nación. Una sólida estructura en hierro forjado adornada en bronce con rosetones, escudos heráldicos y de la República de Colombia sirve como puerta de acceso a esta casa que fue habitada por casi todas las familias de los jefes de estado en los siglos XIX y XX. En su interior guarda objetos y obras de arte de gran importancia.

 

 

Segundo y tercer piso:

 

Al segundo piso del palacio se accede por un amplio corredor de escaleras en cuyo descanso está exhibido el bronce que le sirvió de modelo al artista italiano Pietro Tenerani para esculpir la estatua del Libertador ubicada en la Plaza de Bolívar de Bogotá.

 

 

 

 

Un vestíbulo con clásicas alquerías de estilo español y muebles del siglo XVIII que seguramente formaron parte de un espacio religioso sirve de marco para el ingreso al Salón de Embajadores. Su decoración es similar a la del salón de los Tratados con mobiliario del siglo XIX de influencia francesa retapizado con ruedas. Es un mobiliario híbrido producto del mestizaje. Se destacan un Cristo en talla de madera de regular tamaño del siglo XVIII con ojos de vidrio. Espejos franceses del siglo XIX. Dos grabados norteamericanos de 1881, que posiblemente tienen que ver con la colección Pizano que existen en la Casa de Nariño.

 

 

En el tercer piso, contiguo al Despacho Privado del Ministro, se encuentra el Salón Protocolario cuyo tamaño y diseño recuerdan famosos castillos europeos con pisos en parqué, paredes enchapadas en nogal oscuro con bibliotecas incorporadas y retratos de cancilleres. Un imponente artesonado mudéjar del siglo XVII, que fue labrado en Santafé de Bogotá para la Sala de Profundis del Convento de Santo Domingo, seis lámparas de cristal y un fino mobiliario europeo hacen juego con el escritorio estilo imperio con incrustaciones en madera y delicado herraje en bronce, donde el Jefe de la Diplomacia Colombiana realiza los más solemnes actos inherentes a su cargo.

 

 

 

En el ala sur del tercer piso está la Sala Indalecio Liévano Aguirre, antigua sede del Consejo de Ministros, cuyas paredes están forradas en terciopelo rojo y decoradas con cuadros de excancilleres de la república, su piso en parqué y el techo trabajado delicadamente en yeso del que pende una gigantesca araña de cristal que sirven de marco a la extensa mesa de nogal y veintidós sillas en cuero giratorias, que fueron utilizadas en su época por los Jefes de estado para las reuniones de gabinete. Hoy es escenario para eventos especiales del mundo diplomático.