Bogotá (may. 26/21). Quizás uno de los compositores colombianos más importantes de la historia de la música en Colombia, es el maestro Rafael Calixto Escalona Martínez o más popularmente conocido como “Rafael Escalona”.

Este artista además de ser un reconocido escritor de inmortales canciones también influenció la cultura alrededor del folclor musical en la costa caribe colombiana, destacándose como el cofundador del Festival de la Leyenda Vallenata y siendo amigo entrañable de grandes personalidades de la época, como los pintores Jaime Molina y Alejandro Obregón, el escritor y premio nobel de literatura Gabriel García Márquez y el expresidente Alfonso López Michelsen.

Rafael Escalona nació en Valledupar el 26 de mayo de 1927, pero desde niño se trasladó a la población del Patillal en el departamento del Cesar. Allí conoció a Jaime Molina con el cual curso alguna parte de sus estudios y él cual fue su inspiración, para uno de sus temas más importantes de su carrera musical: Elegía a Jaime Molina.

En el Patillal igualmente inició la composición de sus canciones, que lo llevaron a escuchar las historias de los amigos de su padre, antiguos soldados de la Guerra de los Mil Días que le sirvieron de inspiración para otro de sus temas: Francisco el Hombre.

Durante los años siguientes, entabla amistad con el pintor Alejando Obregón con el conoce a otros miembros del llamado Grupo de Barranquilla, entre los que se encontraba el escritor Gabriel García Márquez. Con éste, Escalona entabla una amistad muy estrecha e intelectual, ambos habían tenido familiares en la Guerra de los Mil Días y disfrutaban componer algunos escritos al escuchar este tipo de historias.

Por lo que, en medio del realismo mágico, Gabo escribió en su libro Cien Años De Soledad lo siguiente:  "En el último salón abierto del desmantelado barrio de tolerancia un conjunto de acordeones tocaba los cantos de Rafael Escalona, el sobrino del obispo, heredero de los secretos de Francisco el Hombre"¹.  Esta relación tan perdurable en el tiempo, lo llevaría a ser parte de la comitiva que Gabriel García Márquez eligió para recibir el premio nobel años después.

Precisamente antes de ello, Escalona entablo una amistad muy importante con el político liberal Alfonso López Michelsen, cuando éste fue nombrado por el presidente Lleras Restrepo como el primer gobernador del Cesar en 1967. Allí al año siguiente, López Michelsen junto a Rafael Escalona y Consuelo Araújo Noguera, iniciaron el primer Festival de la Leyenda Vallenata y que hasta el día de hoy cuenta con 53 ediciones consecutivas.

De hecho, la amistad entre ambos trascendería desde lo cultural a lo político y para la campaña presidencial de López años después, Escalona compondría la canción: “López es el pollo”, con la cual el político liberal promocionó su candidatura y finalmente alcanzaría la victoria para la presidencia de Colombia en 1974.

Esta cercanía política y cultural entre ambos, le permitió a Rafael Escalona ser nombrado para el servicio exterior de la república ese mismo año, por lo que accedió mediante el Decreto número 2110 de octubre al cargo de Cónsul en la ciudad panameña de Colón. 

Por tanto, Rafael Escalona pasó tres años por fuera del país que significaron un cambio radical en su vida tanto personal como musical. A su regreso, no se estableció más en Valledupar sino en Bogotá, adaptándose a las costumbres de la ciudad y al circulo social de la capital colombiana.

De hecho, la popularidad de su música abrió puertas a diversos proyectos incluida una serie de televisión llamada “Escalona”, basada en un libro escrito por Daniel Samper Pizano, dirigida por Sergio Cabrera y protagonizada por el cantante Carlos Vives en 1992.

Finalmente, después de ser homenajeado y ser merecedor de distintos reconocimientos, Rafael Escalona muere a la edad de 81 años en la ciudad de Bogotá. Su obra es declarada Patrimonio Cultural y Artístico de la República de Colombia y su trayectoria ha sido honrada, en diversos Festivales Vallenatos y reconocimientos póstumos.

1. Gabriel García Márquez Cien Años de Soledad, Alfaguara, 2007, p.p. 467