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Intervención de la Canciller María Ángela Holguín en la reunión de la Subcomisión de Género con 13 mujeres excombatientes de grupos guerrilleros nacionales y extranjeros

La Canciller María Ángela Holguín intervino en la reunión de la Subcomisión de Género y la Subcomisión Técnica del Fin del Conflicto con 13 mujeres excombatientes de varias partes del mundo. Foto: Omar García.

 

La Habana, (Cuba), (may. 18/16). Palabras de la Ministra de Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín, durante la reunión con 13 mujeres excombatientes de guerrillas colombianas como el PRT, M-19, EPL y Quintín Lame, además de representantes de antiguas guerrillas de El Salvador, Guatemala, Uruguay, Sudáfrica, Irlanda del Norte, Indonesia y Nepal.

“Para mí es un gran placer poder dirigir estas palabras en nombre del Gobierno Nacional en este importante escenario. Quiero empezar felicitando a María Paulina, a Victoria y a todas las mujeres que hacen parte de la Subcomisión de Género de la Mesa de Negociación por la organización de este evento. 

Y es en mi doble condición, de mujer y de miembro de la delegación del Gobierno, que las felicito por esta gran iniciativa, agradeciéndole a los garantes por su apoyo y subrayando la gran importancia que tiene este encuentro.  

Agradezco a las invitadas extranjeras por su presencia, por su importante mensaje de gran utilidad para el momento que vivimos. Gracias por su generosidad para que Colombia aprenda de sus historias.

Hemos oído en el día de hoy a mujeres con vivencias únicas, experiencias complejas, situaciones de vida que se asemejan, unas más a la situación que estamos viviendo hoy, otras menos, pero en ambos casos muestran una fuerza y una fortaleza para enfrentar el futuro, un futuro que lo sienten incierto y al que se le tiene temor. Cada una de estas mujeres que tuvimos la oportunidad de escuchar tuvo un cambio de vida, tuvo que reinventarse, que construir un futuro. 

Ustedes invitadas, todas han sido miembros de movimientos armados y entienden mejor que ninguno de nosotros los retos que enfrentaron a nivel personal, familiar y social, cuando ingresaron a un mundo sin armas, sin confrontación. Un mundo finalmente de libertad, de opciones y de muchas dificultades también.  

Las guerras y los conflictos crean dimensiones diferentes del desarrollo y de los tiempos. Los actores en los conflictos viven sumergidos en él, y su dinámica perversa de incertidumbre, miedo y polarización consume toda su capacidad para innovar, para crear, para adaptarse a un mundo que cambia a grandes velocidades.

Por eso, el ingreso de los integrantes de las FARC-EP a la vida civil y a la vida moderna, tecnológica, que son las grandes tendencias, no debe aplazarse en Colombia un solo día más. Las décadas perdidas en el conflicto nos deben motivar para acelerar la inserción no solamente en nuestra propia sociedad, sino en el mundo.  

Dejar el mundo de las armas es ingresar a un mundo de mayor debate, de concertación, del reconocimiento del otro, de la conciliación y por supuesto reconciliación. Implica desarrollar habilidades nuevas para hacer parte de pueblos y comunidades cada vez más dinámicas y ambiciosas, más educadas y más universales, y para ser parte activa de una sociedad donde el papel de las mujeres es cada vez y debe ser más preponderante.

Sin duda, las diferentes características personales de cada uno determinarán su inserción en la sociedad y su contribución a ella. En este proceso, en La Habana, sin duda la perspectiva de género hace contribuciones fundamentales y útiles. Esta Subcomisión es una experiencia única en los procesos de paz.  Resaltaría el poder reconciliador de la mujer, especialmente en la conversación, en el diálogo, en algunas formas, que facilita llegar a acuerdos, y ver salidas prácticas que permiten avanzar en la construcción de ese mejor país que queremos.  

Estoy convencida que las mujeres juegan un papel crucial en las transformaciones que el país necesita para ser más incluyente y para darle a cada persona su lugar en la sociedad. Las mujeres hemos asumido tantas responsabilidades en el transcurrir del tiempo que sin duda vemos y enfrentamos la vida de una manera más práctica, más equilibrada y más humana. Y estas características son fundamentales para las políticas públicas.

Por eso las mujeres somos las llamadas a liderar este posconflicto del que estamos, ojalá, ad portas, y del cual dependerá que tengamos un mejor país, más incluyente, más generoso con su gente, más justo y con más oportunidades.

Y seremos también las mujeres las que cambiemos esta triste realidad que tenemos los colombianos después de décadas de violencia; los colombianos nos volvimos duros, duros de alma y de corazón, no nos importa el vecino, el amigo, perdimos la capacidad de asombro, sufrimos poco frente al mal ajeno; eso tiene que cambiar, este proceso nos tiene que cambiar, tenemos que actuar más desde el corazón. Solo así tendremos un mejor país, necesitamos un país más sensible un país más femenino.

El nuevo comienzo de todo excombatiente debe fortalecerse y facilitarse con una sociedad abierta a la reconciliación y al perdón. La unidad, la tolerancia y el respeto se convierten en aliados esenciales para que la sociedad pueda pasar la página y perder el miedo que le impide imaginarse una vida en paz, una nación en paz y un Gobierno que administre el desarrollo social y económico para todos, que tengamos una democracia más amplia y salgamos de esta  terrible dinámica del conflicto que ha impedido promover el progreso de la nación.

En Colombia llevamos años hablando de la guerra, de la paz, del posconflicto, de la convivencia entre diferentes tendencias políticas, de la reintegración del guerrillero, del combatiente de diferentes frentes y afiliaciones ideológicas. Llegó el momento de hacerlo.

Sin embargo, esta democracia dinámica debe incorporar mayores grados de tolerancia, formar una sociedad que definitivamente abandone todas las manifestaciones de violencia, en la cual cada vez la ilegalidad sea menor y la legalidad comience a ser la norma, para todos. 

El regreso a la vida civil es un tema complejo, pero sin duda, vale la pena. Hay una vida más allá que el Gobierno tiene el compromiso y la voluntad de ayudar a construir. Tienen la búsqueda de la reconciliación en Colombia, aprender a disentir por medio del debate y los argumentos, aceptar al otro en toda su dimensión mientras todos estemos listos para adoptar las normas de convivencia que nos permitan hacer de la esperanza de paz una realidad de respeto, participación y unidad, es una apuesta que no podemos dejar pasar.

La esperanza, la fe y la visión de un futuro sin armas debe ser la motivación de todos para continuar por este camino valiente que Colombia está emprendiendo hoy. Yo espero que ese camino nos lleve a la reconciliación definitiva, a la unidad y a tener un país que les dé a sus ciudadanos las oportunidades que se merecen.

La paz será la gran victoria de la mujer colombiana, a la mujer colombiana le ha llegado la hora de ejercer un papel decisivo para detener la guerra y construir una paz que nos permita un país más justo y más próspero.

Gracias”.

 

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