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Palabras del Presidente Juan Manuel Santos en el acto final de dejación de armas de las FARC

Foto: OP Cancillería.

 

“Un día vendrá en que no habrá más guerras. Un día vendrá en que los hombres dejen de armarse los unos contra los otros. (..)

Quedarán todavía muchas diferencias por resolver, intereses sobre los cuales discutir, dificultades por superar, pero ¿saben a cambio de qué se van a transformar esos hombres armados? ¿Saben por qué será sustituido todo ese aparato destructivo?
Por una pequeña caja de madera, esa que llaman “urna electoral”, de donde saldrá un mandato que hará caer las espadas de todas las manos y despertará el amor a la justicia en todos los corazones, y que dirá lo siguiente:

‘Aquí terminan sus derechos y comienzan sus deberes. ¡Dejen las armas! ¡Vivan en paz!’
Y ese día ustedes tendrán un pensamiento común, intereses comunes, un destino común; se abrazarán y reconocerán en el otro a hijos de la misma sangre y de la misma raza.

Ese día ya no serán más tribus hostiles: ¡Serán un pueblo! ¡Serán una sola nación!
Y ya no harán llamados a la guerra, sino llamados a la civilización”.

Estas palabras no son mías.
Estas palabras las pronunció Víctor Hugo, uno de los más grandes escritores de Francia –ese país que la semana pasada reafirmó con entusiasmo su apoyo a la paz de Colombia–, al instalar el Congreso Internacional de la Paz en 1849, hace casi 170 años.

Y hoy, en este rincón de Colombia, ¡de nuestra Colombia!, las siento más vigentes que nunca.
Sin armas, sin violencia, NO somos más un pueblo enfrentado entre sí. NO somos más una historia de dolor y de muerte en el planeta.

¡Somos un solo pueblo y una sola nación avanzando hacia el futuro dentro del cauce bendito de la democracia!
Señor Rodrigo Londoño y miembros –hoy excombatientes– de las FARC:

Les tomo su palabra. Colombia entera les toma su palabra. Y la comunidad internacional es testigo.
En adelante, como usted lo ha dicho, esa –su palabra– será su única arma.

Esta es la mejor noticia para Colombia en los últimos 50 años.
Esta es la gran noticia de la paz, de la concordia, del arreglo de las diferencias dentro de la legalidad, que habíamos esperado por tanto tiempo.

Y hoy –con emoción– constatamos el fin de esta guerra absurda, que no solo nos duró más de cinco décadas, sino algo peor: nos duró más de 8 millones de víctimas y más de 220 mil compatriotas muertos.
Habrá justicia y habrá reparación. Habrá verdad y habrá garantías de no repetición para las víctimas. De eso nos aseguramos en el acuerdo de paz.

Pero lo más importante hoy –lo que celebramos los colombianos este 27 de junio de 2017– es que las armas que alguna vez se levantaron para atacarnos entre nosotros estarán guardadas y selladas en contenedores a cargo de la más alta y confiable organización internacional, creada precisamente para buscar y garantizar la paz en el mundo.
Miles de armas se han entregado a buena custodia, y no serán jamás –de hoy en adelante– una amenaza para cualquier ciudadano de nuestro país o del mundo.

Hay días que marcan nuestras vidas… El día del nacimiento de un hijo o de nuestro matrimonio, pueden ser los días más felices.
El día en que despedimos para siempre a nuestros padres o nuestros seres queridos, pueden ser los días más tristes.

Hoy, 27 de junio, para mí –y creo que para la inmensa mayoría de los colombianos– es un día MUY especial, un día que jamás olvidaremos: ¡el día en que las armas se cambiaron por las palabras!
Y puedo decir –desde el fondo de mi corazón– que por llegar a este día, por vivir este día, por lograr este día, ha valido la pena ser presidente de Colombia.

Hombres y mujeres de las FARC:
Valoro y valoramos el cumplimiento de su palabra en la dejación de las armas que hoy se completa.

Quedan aún deberes recíprocos que ustedes y el Estado tenemos que cumplir para que este acuerdo de paz que hemos alcanzado se traduzca en una paz justa, estable y duradera para nosotros y todas las generaciones por venir.
Nos espera un camino largo todavía. Pero el Gobierno está firme cumpliendo lo pactado –y lo seguiremos cumpliendo hasta la última coma–, así como esperamos que ustedes lo sigan haciendo.

Más allá de acuerdos suscritos, la paz es un convenio entre corazones, la paz es el acuerdo de las almas que entienden que hay formas mejores de vivir y resolver las diferencias.
A ese acuerdo hemos llegado. Y hoy –al depositar las armas que tenían con ustedes en los contenedores de las Naciones Unidas– los colombianos y el mundo saben que nuestra paz es real y es irreversible.

Lo dije a las FARC en La Habana hace un año; lo ratifiqué cuando firmamos el acuerdo de paz, y lo repito hoy –en Mesetas– cuando se cumple la dejación de armas:
No estoy –y seguramente nunca estaré– de acuerdo con ustedes sobre el modelo político o económico que debe tener nuestra nación, pero defenderé con toda la determinación, con toda la contundencia, su derecho a expresar sus ideas dentro del régimen democrático, porque esa es la esencia de la libertad en un Estado de derecho.

Y para que ese derecho sea efectivo, contarán con todas las garantías de seguridad que sean necesarias.
Compatriotas:

La dejación de las armas es el símbolo del nuevo país que podemos ser y estamos comenzando a ser.
Un país donde las oportunidades lleguen a todos los colombianos; en las ciudades, en los pueblos y en las veredas más remotas, allí donde el Estado no podía llegar por causa del conflicto armado.

Un país donde avancemos mucho más –ahora sin el lastre de la guerra interna– en los temas de la educación, de la salud, de la vivienda, de la provisión de servicios públicos, de la construcción de vías que nos conecten entre nosotros.
Hemos logrado mucho –a pesar del conflicto– y ahora podemos hacer más, muchísimo más, para seguir reduciendo la pobreza y las desigualdades, y generando prosperidad para todos.

Podremos ser un país donde se multiplique la inversión y, con ella, el empleo digno para todos; un país con más turismo, con más personas recorriendo y disfrutando nuestro maravilloso territorio.
Un país donde nunca más –¡nunca más!– nos matemos por nuestras ideas, y todos empujemos en una sola dirección, que es la de la paz, el progreso y la justicia.

Ese país es POSIBLE, y ese país es el que comienza a forjarse hoy, cuando un grupo alzado en armas por más de cincuenta años las deja y las cambia por las herramientas de la democracia y la civilidad.
Estemos a la altura de la paz que hemos logrado.

Estemos a la altura de los sueños de nuestros hijos, que hoy nos miran con ojos de esperanza.
Estemos a la altura de la historia.

NO dejemos perder este momento, ni este logro que es de TODOS... DE TODOS LOS COLOMBIANOS.

Somos un solo pueblo… ¡Somos UNA SOLA NACIÓN! ¡QUE VIVA LA PAZ!

 

Fuente: Presidencia.

 

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